La influencia intelectual del padre OSVALDO LIRA
José Joaquín Ugarte Godoy
Al cumplirse diez años del fallecimiento del padre Osvaldo Lira, uno de los más importantes filósofos chilenos del siglo XX, queremos recordarlo y decir algo sobre su vida y pensamiento y sobre la poderosa influencia que ejerció y sigue ejerciendo en nuestro medio.
El Padre Lira nació en Santiago el 11 de febrero de 1904 y murió en esta misma ciudad el 20 de diciembre de 1996. Tras seguir un año de ingeniería y otro de leyes en la Universidad Católica, ingresó a la Congregación de los Sagrados Corazones -de los Padres Franceses, como aquí se la llama-, donde se ordenó de sacerdote en 1928. Enseñó Filosofía, Historia y Castellano en los colegios de esa congregación en Valparaíso, Concepción y Santiago. Con Jaime Eyzaguirre, Julio Philippi y el Dr. Armando Roa constituyó el núcleo de pensadores que redactaron por años la famosa revista católica Estudios. Estuvo en España entre 1940 y 1952, donde hizo clases en los colegios de los Padres Franceses en Miranda de Ebro y Madrid, y publicó estando allá sus libros "Nostalgia de Vásquez de Mella", "Visión Política de Quevedo" e "Hispanidad y Mestizaje", sobre filosofía política, y su libro de ensayos filosóficos y estéticos "La Vida en Torno". En España hizo también clases en la Universidad Internacional de Verano de Santander, y en los Cursos de Verano de Cádiz y de Santa María de la Rábida, adonde concurrían alumnos de España y de Hispanoamérica. En España conoció y frecuentó en calidad de amigo a grandes escritores y artistas, como Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y Joaquín Rodrigo, entre otros. De vuelta a Chile, fue nombrado profesor de metafísica en la Escuela de Filosofía de Universidad Católica de Valparaíso, y trasladado a Santiago fue profesor de ontología, teología natural y ética en la Universidad Católica de Chile hasta 1989. Entre 1965 y 1967 publicó su famosa obra sobre el pensamiento de Ortega y Gasset, "Ortega en su Espíritu", en dos tomos, y luego vinieron sus libros "Poesía y Mística en Juan Ramón Jiménez" (1969), "El Misterio de la Poesía", imponente tratado de "Filosofía de la creación humana en tres tomos" (1974, 1978, 1981); "Verdad y Libertad" (1977), "De Santo Tomás a Velásquez, pasando por Lope de Vega" (1981), "El Orden Político" (1985), "Ontología de la Ley" (1989), etcétera. Su obra filosófica El padre Osvaldo Lira no fue sólo un eximio profesor de filosofía: fue un filósofo eminente que pensó por su cuenta dejando obras originales y de gran influencia, que prolongaban el pensamiento tomista: En "Nostalgia de Vásquez de Mella", propone la representación corporativa como el único límite real al poder, después de la ley natural, que puede evitar los totalitarismos liberal, socialista y fascista; en los breves ensayos titulados "La belleza noción transcendental" y "El esplendor de la forma" sostiene que la belleza es en realidad el mismo ser, y todo ser, en cuanto que plenamente conocido deleita, como son equivalentes del ser la verdad y el bien; "El Misterio de la Poesía" es un estudio de la ontología de la obra bella, o mejor de la obra humana en cualquier campo, y del poeta o creador humano, a la luz de la analogía entre la creación de Dios y la que, en dependencia de Él, es posible al hombre; "Poesía y Mística en Juan Ramón Jiménez" es un estudio original, finísimo y esplendoroso, en el cual sostiene el padre Lira que la obra del poeta español es fruto de una contemplación mística natural, en que la connaturalización con la realidad por experiencia vital va llevando al autor del conocimiento de las cosas exteriores, al conocimiento de sí mismo, de ahí al conocimiento del ser, común a las cosas y al yo, y de ahí al conocimiento de Dios como ser infinito; e interpreta y explica con esta clave toda la obra Juanramoniana; en "¿Vigencia o inutilidad del Tomismo?" muestra y sintetiza lo estructural y permanente en la filosofía de Santo Tomás, y pone de manifiesto su carácter novedoso y su actualidad perenne; en "Analogías del Conocer", ensayo que iba a ser la base de una Ontología del Conocimiento, que no llegó en definitiva a escribir el padre Osvaldo, compara el conocimiento de Dios en que no hay ni puede haber noticia recibida de algo externo, con el de los ángeles en que se conoce lo exterior mediante representaciones con que los ángeles son creados, y con el conocimiento del hombre, que proviene de sus representaciones de las cosas exteriores suscitadas en él por ellas mismas al ser iluminadas por la actividad del propio intelecto; en "Ontología de la ley", el padre Lira define la ley metafísicamente como la naturaleza de cualquier efecto mirada como principio de subordinación a su causa, definición que comprende a las leyes del hombre, de cualquier ente de la naturaleza y de las propias creaciones humanas, y que es luminosa y propia del padre Lira y un gran aporte a la Metafísica. Un sabio chileno El padre Lira fue un sabio. Se llama sabiduría, propiamente, a la filosofía primera o metafísica: al estudio del ser en cuanto ser. Quien posee a su medida humana esta ciencia, que como dice Aristóteles es ciencia libre o desinteresada y propia de Dios, es el sabio: él ha llegado a esa zona de la realidad en que se reducen a unidad todas las cosas, y por eso sabe mucho, que no es lo mismo que saber muchas cosas, como decía siempre el padre Osvaldo. Fue desde la perspectiva metafísica que Osvaldo Lira abordó todos los temas: no sólo los propiamente ontológicos, sino los de teología, estética, política y crítica literaria. En todos estos campos hacía resplandecer siempre los primeros principios del ser; y era su fidelidad a ellos la que comunicaba a sus obras esa libertad que todos le admirábamos, y que pone Aristóteles entre las notas principales de la filosofía. "Deslumbrante, anonadador" El padre Lira fue un hombre "deslumbrante, anonadador", como ha dicho el historiador Gonzalo Vial, su discípulo en el Colegio de los Padres Franceses. Resplandecía en él el amor a la verdad: jamás la consideró un medio para otras cosas, por nobles que fueran, ni la disimuló por motivo alguno, ni de estrategia para lograr buenos fines, ni de oportunidad, ni de popularidad, modas o respetos humanos. Asimismo, era característica del padre Osvaldo, como lo dijo Rafael Gandolfo, también discípulo suyo, cuando él cumplió cincuenta años de religioso, el amor a la obra bien hecha, a la creación humana realizada con todas las de la ley. De su amor a la verdad y de su caridad teologal derivaban en el padre Osvaldo su espíritu justiciero y su carácter profundamente democrático: jamás hizo discriminación arbitraria: no hubo nunca en él acepción de personas. Tenía una capacidad enorme para ser amigo de cualquiera que lo necesitase o buscase, y una lealtad cabal. Hombre cordial, cálido, ponía su alma en todo cuanto hacía o decía. Espíritu noble, defendió siempre las buenas causas, por muy minoritarias que fueran. Fue profundamente bueno y humano, y el sacerdocio constituyó para él siempre lo primero.
Y fue también sumamente querido y admirado: cada vez que se organizó un banquete para celebrar un aniversario significativo de su vida religiosa o de su labor docente, asistieron centenares de personas, y entre ellas, siempre, innumerables discípulos de los colegios en que enseñara, y de las universidades en que hizo clases. Con semejantes condiciones, el padre Osvaldo ejerció un magisterio vastísimo y de gran alcance. Un buen reflejo de la importancia de la obra y el magisterio de Osvaldo Lira es el importante libro de estudios dedicados a él para rendirle un homenaje al cumplir sus noventa años ("El Padre Osvaldo Lira. En torno a su pensamiento", Universidad Adolfo Ibáñez, Zig-Zag, 1994). Hubo en este volumen trabajos de teología y espiritualidad, filosofía, moral y política, Derecho, Historia, y estudios sobre poesía. Colaboraron autores nacionales y extranjeros: españoles y argentinos ilustres y un ministro de la Corte Suprema del Perú. Por último, fue el padre Osvaldo un gran defensor de la fe y también del tomismo: para él la filosofía era, como para Santo Tomás, la sierva de la Teología, sin perjuicio de que debía cultivarse según sus propios principios y métodos y guiarse por la razón natural. Fue el padre Osvaldo un faro y una roca inconmovible en medio de las horrorosas y tristes deserciones de parte del clero y errores teológicos de la década de 1960, que mostraron tan de cerca el misterio de iniquidad, de que nos habla San Pablo, llevando al Paulo VI a decir que la Iglesia se hallaba en un verdadero proceso de autodemolición. Sin la colosal y permanente defensa que hizo el padre Osvaldo de la filosofía tomista con su notable competencia técnica y erudición por un lado, y con un denuedo que lo llevó a actuar siempre contra viento y marea, por otro, esa línea de pensamiento habría prácticamente desaparecido de nuestro país.
1 comentario:
Gran esfuerzo y bien presentado. Recoge ideas fundamentales del P. Osvaldo. Felicitaciones
Cristian Garay Vera
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